Hoy, Viernes 06 de febrero de 2015, habría cumplido 70 años Robert Nesta Marley Booker, y sin duda, habría sido el abuelo más reggae de todos los tiempos, con sus decenas de sus nietos. El mejor embajador de la música jamaicana fue defensor a muerte del movimiento rastafari, y es literal. Su vida se fue demasiado pronto después de que se negara a que le amputaran el dedo del pie que tenía afectado con un melanoma maligno. En apenas 3 años, Bob Marley se esfumó sin conseguir llegar a su tierra para morir. Sólo tenía 36 años. (Petit) gran homenaje a un hombre que luchó por la paz con sus canciones.

   Su historia arranca en 1945 en un pequeño pueblo de Jamaica de apenas 9 millas de extensión con un descriptivo nombre: Nine Mile. Su padre, Norval Sinclair Marley, era un capitán de navío inglés, un jamaiquino blanco, que dejó embarazada a una sirvienta “de color”, Cedella Booker, de tan sólo 16 años, y que apenas se ocupó de su hijo. Marley no tuvo referencia paternal, es más, llegó a sentir cierto rechazo racista por parte de la rama paterna de la familia. Pero lo curioso es, que a medida que fue creciendo, las burlas que más le dolían eran justo las contrarias, las que le señalaban por ser mulato, por llevar sangre blanca. En realidad, Bob Marley siempre se sintió negro y así lo mostró con su ferviente creencia en el movimiento rastafari.

   La música llegó de la mano de su mejor amigo, Buddy Wailer, que con el tiempo y por caprichos de la vida, se convertiría en su hermanastro. Con la temprana muerte del padre de Marley, su madre, que sobrevivía como podía, acabó con el padre de Wailer, y la nueva familia recompuesta se mudó a Kingston a probar suerte. En la capital de Jamaica, el joven Marley creó su primer grupo de música, The Wailing Wailers (Gritos de protesta), que se estrenó en 1963 con el single “Simmer Down”. Pero, al poco, Bob se trasladó a Delaware (Estados Unidos), donde su madre, nuevamente casada, buscaba un futuro mejor, y la banda (de amigos) desapareció... temporalmente. En efecto, después de pasar 8 meses en la tierra del Tío Sam (y del Tío Tom), Bob regresó a Jamaica en busca de sus raíces, y sobre todo, de Rita Anderson, con la que se había casado en 1966, justo antes de partir a América.

   De vuelta a su tierra, la formación musical de Marley fue sufriendo cambios y sumando adeptos. A esas alturas, ya eran famosos en el Caribe, pero les faltaba el salto internacional, que llegó en 1972 con sus primeros conciertos, bastante discretos, en Inglaterra. Un contraste que hizo que Marley reaccionara y se presentara en Island Récords, la primera discográfica que se interesó por el sonido jamaicano. “Catch a Fire” (1973) fue su primer disco con un gran sello y el quinto de la carrera de Marley. Sin embargo el público no estaba acostumbrado a las letras comprometidas y Bob tuvo que esperar a su segundo trabajo (también con Island Récords), “Burnin’” (1973) con temas como “Get up, Stand up” o “I Shot the Sheriff”, al que le siguió “Natty Dread” (1975) con clásicos como “No Woman, No Cry”, para convertirse en una estrella mundial de la música.

   Con ese nuevo halo, Marley puso rumbo a su país en un momento de violentos enfrentamientos entre los 2 principales partidos políticos. El rey del ska, como buen rastafari, sólo buscaba la paz y pensó en lo que podía aportar a través de la música. Bob anunció su deseo de participar en “Smile Jamaica”, un concierto en busca de la reconciliación de una tierra dividida, y 2 días antes de su celebración, el 3 de diciembre de 1976, el músico, su esposa y su manager fueron disparados en lo que muchos consideraron un escarmiento por parte de los conservadores, al creer que Marley se decantaba por el candidato socialista. A pesar de todo, y aún convaleciente, el músico consiguió subirse al escenario, dando a todos una lección que, tiempo después, en 1978, repetiría cuando logró que el Primer Ministro y el líder de la oposición estrecharan sus manos en uno de sus conciertos. Fue el colofón que le valió la Medalla de la Paz de las Naciones Unidas. Había sido un buen año, y el compositor quiso despedirlo de la mejor manera, viajando por vez primera a África, en particular a Etiopía, la cuna de su querida fe rastafari.

   Con una fama asentada, Bob iba sumando giras y discos, cada vez más grandes y con mayores ventas. En los Tours, la leyenda del reggae había cogido la costumbre de organizar partidos de fútbol entre su grupo y los periodistas de turno según la ciudad que visitaban. De hecho, en sus contratos de gira, incluía una clausula para conseguir fácil acceso a los campos de fútbol. En uno de esos encuentros deportivos, en París, en junio de 1977, un crítico lesionó a Marley al pisarle el pie derecho. Y así, de la manera más absurda, el cantante descubrió que ese terrible dolor venía de un melanoma maligno, que había que extirpar de inmediato amputándole el dedo. Pero, como sus creencias religiosas se lo impedía, Marley le dio largas a la cirugía y a un cáncer, que sin miramientos le fue devorando.

   Tres años después, en 1980, el músico, que se iba a estrenar en los escenarios de Nueva York, cayó redondo al suelo mientras hacía jogging. La enfermedad se había extendido al cerebro, hígado, estómago y pulmones, y sólo le quedaba un mes de vida. 3 días más tarde dio el que sería su último concierto, y empezó un peregrinaje por hospitales, tratamientos y métodos de todo tipo, que le llevó, a la desesperada, a Baviera, hasta la clínica de Josef Issels (colega del sádico doctor de Auschwitz, Josef Mengele), donde Marley fue sometido a controvertidas terapias que incluían cambios de sangre, dolorosas punciones y una estricta dieta. A pesar del miedo atroz que, dicen, le tenía a la muerte, Bob tuvo que asumir que le quedaban tan solo días de vida, y con esa perspectiva, quiso regresar a su ciudad natal. Pero nunca llegaría.

   En el viaje de vuelta, su vuelo tuvo que parar de urgencia en Miami donde el 11 de mayo de 1981, Bob Marley murió. Sus últimas palabras fueron para su primer hijo, Ziggy Marley: “El dinero no puede comprar la vida”. A pesar de la declaración de principios del artista, su mujer Rita y una multitud de supuestos hijos y ex amantes (el cantante reconoció a 4 hijos de Rita, a 7 de distintas mujeres, y adoptó a 2 más) comenzaron una terrible disputa por una herencia que la leyenda del reggae nunca arregló pues suponía firmar su muerte. Fue enterrado donde quería, en Nine Miles, junto a su guitarra Gibson Les Paul, un balón de fútbol, una Biblia y un poco de cannabis... como un auténtico rasta. 

PD (nº1) póstuma: Su trabajo “Legend” (1984), publicado 3 años después de su muerte, se convirtió en el álbum de reggae más vendido de la historia con 20 millones de copias.

                                   (De Lidia Martín, el 06 de febrero de 2015)

Referencias útiles:
Para seguir los pasos póstumos de BOB MARLEY, conéctate a su web, su canal YouTube, su Facebook y su Twitter.

PD (nº2) ilustrada: ¡No te pierdas Mi Petit Homenaje ilustrado a Bob Marley en la Galería Virtual de Mi Petit Madrid.

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