LA CRONICA SENTIMENTAL - Mi Petit Madrid * - CRÓNiCA SENTiMENTAL Y LÉXiCA DEL CARNAVAL

CRÓNiCA SENTiMENTAL Y LÉXiCA DEL CARNAVAL

Las máscaras blancas de Venecia; los sambódromos de Brasil, de Rio de Janeiro a Sao Paulo; los “Gilles” y su lanzamiento de naranjas rojas, durante el Carnaval belga de Binche, proclamado “Obra maestra del patrimonio oral e intangible de la Humanidad”, en 2003, por la UNESCO, así como los Carnavales de Cádiz y de Santa Cruz de Tenerife, en 2010 (y también el Misterio de Elche, la dieta mediterránea y el Flamenco, dicho sea de paso); volverán, hoy, Jueves 27 de febrero de 2014, como cada año, a ocupar tanto las calles como las mentes, tanto la primera plana de los periódicos como la primera noticia de los telediarios. Si bien es verdad que, en nuestro imaginario, el Carnaval rima con bacanal de disfraces y deslices, perdón, desfiles, en la que todo está permitido (de ahí, las máscaras para evitar el “qué dirán”); en nuestro calendario, está regido por reglas estrictas, más cristianas que paganas... obviamente, y que muchas veces nos escapan. Crónica sentimental y léxica del Carnaval.

Aunque todo el mundo esté de acuerdo a la hora de festejarlo, nadie sabe con certeza de dónde nos viene la palabra “Carnaval”. A comienzos de la Edad Media, la Iglesia Católica intentó imponer su visión etimológica de “Carnaval”: del latín vulgar “carne-levare”, es decir, “abandonar la carne”, sobre la palabra italiana “Carnevale” que podría traducirse en español popular “la carne vale”, o sea que sí que se podía comer carne antes de las privaciones posteriores como muestra de solidaridad con el hambre que pasó Jesús en el desierto (nuestra Cuaresma). Después de siglos de contradicción léxica, varios autores, lingüistas y etnólogos universitarios añadieron una nueva definición ¿y confusión?, a principios del siglo XX, conforme a las conclusiones que sacaron de su larga y ardua investigación: la palabra podría venir o de Carna, la diosa celta de las habas y el tocino, o de Baal, el dios cananeo (o fenicio), citado en la biblia, al que se le ofrecía carne (¿o a lo mejor era a la diosa Carna?) como ofrenda, y de ahí el carne-a-Baal.

Entonces, que se coma carne o no, la celebración del Carnaval remonta a las antiguas fiestas paganas que celebraban el solsticio de invierno y el regreso de la luz del Sol como, entre otras, las Saturnales romanas o el Jul germánico escandinavo. Pero, cuando la iglesia Católica añadió su “personal touch” al asunto (para controlar el desmadre popular), el Carnaval perdió su origen agrícola para convertirse en un homenaje a la vida del Mesías y el Miércoles de Ceniza marcaría el final de las fiestas del Carnaval que llevaban transcurriendo desde el día de la Epifanía, es decir, cuando Jesús “se da a conocer” a los Reyes Magos.

Hoy en día, el Carnaval se celebra durante 15, 10 ó 5 días, según qué países y continentes. En España, suele empezar comiendo huevos, el Jueves Lardero (también llamado Día de la Tortilla en español, o Dijous Gras en catalán), y continuar con los consagrados desfiles y disfraces, durante los días siguientes. El Martes de Carnavales (o Mardi Gras en francés) que debería de ser el último día de las celebraciones, se consumen platos muy calóricos (como rosquillas, buñuelos, crepes, gofres, etc.) antes de apretarse el cinturón, durante los 40 días de “ayuno” cuarismático. Y, finalmente, el famoso Miércoles de Ceniza, que es el primer día de la Cuaresma y, por consiguiente, que siempre cae 40 días antes del inicio de la Semana Santa (en conmemoración de la entrada mesiánica de Jesús de Nazaret en Jerusalén), pone punto final al Carnaval, en diversos puntos de la península, con el alegre Entierro de la Sardina, una costumbre únicamente celebrada en España (y muy próximamente en Mi Petit Madrid).

¡Felices fiestas y fantasías carnavalescas!

PD: Para no perderte nada, consulta Mi Petit Ruta Carnavalesca 2014.

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2018

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