¿Tenía que llamarse Little Boy? Algún genio doctorado en maldad bautizó así a la primera bomba atómica, dirigida a la población civil. Estalló un lunes 06 de agosto de 1945 en Hiroshima. Origen: Estados Unidos de América. Destino: Japón. La ciudad quedó convertida en una cicatriz. Casi 100.000 personas murieron en el momento del estallido, y otras muchas más con el tiempo, a causa de los efectos letales de las radiaciones, rastro perverso de la operación no menos perniciosa del Escuadrón de Bombardeo 393d, pilotado y dirigido por el comandante americano, Paul Tibbets. Un plan avalado por la experiencia, la habilidad y la frialdad. Un guión infalible. Todo salió según lo planeado. La muerte es el éxito de las guerras. Total de víctimas: 250.000 reconocidas en 2008, por el Gobierno Japonés. Un genocidio. 

   Los militares habían sido adiestrados tenazmente para el manejo de aquel arcano, sigilosamente protegido, que para ellos respondía al nombre de La Cosa. Un enorme cilindro con cola, cuyo contenido nuclear solo conocían unos pocos, y que equivalía a 20.000 toneladas de trinitrotuleno. La bomba estalló a 580 metros de altura. Cuerpos calcinados, otros pulverizados al instante, y árboles carbonizados en un radio de 120 kilómetros. Apenas dos horas más tarde, el hongo se elevó en el cielo, y su lluvia radiactiva siguió arrasando almas. La ciudad quedó prácticamente destruida.

   Por encima de la mano ejecutora, Harry S. Truman, entonces presidente de los Estados Unidos, se posicionó con un vergonzante comunicado, sin el menor asomo de arrepentimiento: “Los japoneses comenzaron la guerra desde el aire en Pearl Harbor. Ahora les hemos devuelto el golpe multiplicado. Con esta bomba, hemos añadido un nuevo y revolucionario incremento en destrucción a fin de aumentar el creciente poder de nuestras fuerzas armadas… Si no aceptan nuestras condiciones pueden esperar una lluvia de destrucción desde el aire como la que nunca se ha visto en esta tierra”. Tanto brilló por su ausencia la disculpa, y por su presencia, la soberbia, que tres días después, el ataque nuclear se repetiría en Nagasaki. 09 de agosto de 1945, 80.000 fallecidos. Esta vez, el regalo envenenado caído del cielo, se llamó Fat Boy como si el niñito hubiera crecido tras haber saboreado la victoria. 

   Tres años más tarde, el propio Truman ordenó la creación de la Comisión de Víctimas de la Bomba Atómica, para seguir investigando sus efectos, con la observación de embarazos y el seguimiento de enfermedades atribuibles a las radiaciones. La fama de la comisión no fue impecable. Según se ha escrito, algunos afectados no fueron tratados debidamente, a fin de “mejorar los resultados de la investigación”. Parece ser que a los enfermos que no participaron en el estudio, se les negó cualquier tipo de tratamiento médico. “Hibakusha” significa “persona bombardeada” en japonés. Así les dicen a los supervivientes del fogonazo mortal, estigmatizados y rechazados por el resto de la sociedad, que siguieron malamente con sus vidas, difícilmente llevaderas, teniendo incluso que ocultar su condición. 

   Tras el ataque, Hiroshima se reconstruyó como ciudad en memoria de la concordia, y el Parlamento la declaró Ciudad de la Paz, en 1949, y Nagasaki, Ciudad de la Cultura Internacional. En ambas localidades, se han levantado monumentos, esculturas, ceremoniales, y parques contra el olvido. En música, desde Krzysztof Penderecki hasta el grupo Maniobras Orquestales en la Oscuridad, se han inspirado en la tragedia que detuvo a tantos relojes para siempre a las 8h15 de una mañana de agosto. 

   Después de 70 años, el pavor que asoló las calles de Hirosima, las horas y días que siguieron a la demoledora acción militar, sigue sin digerirse del todo. El sentido común identifica el suceso como un fracaso total de la Humanidad, y cada aniversario, el mundo rinde homenaje a las víctimas del primer bombardeo atómico de la Historia. A falta de un debate sincero, según los expertos, el 06 de agosto de 1945, se cerraba oficialmente la Segunda Guerra Mundial. El mundo estrenaba una era nueva con la destrucción como decorado. 

                                           (De Sol Alonso, el 05 de agosto de 2015)

PD (nº1) institucional: En Hiroshima, la ceremonia del 70º Aniversario del bombardeo se celebrará en el Parque Memorial de la Paz (en la ilustración), situado bajo el epicentro de la explosión. A las 8h15 (hora local, 1h15 de la madrugada hora española), un grupo de políticos con el primer ministro, Shinzo Abe, a la cabeza, rodeados de la ciudadanía, de la embajadora de EE.UU., Caroline Kennedy, y de la subsecretaria de Estado estadounidense para el control de armas y la seguridad internacional, Rose Gottemoeller, rezarán en silencio por las víctimas. Enseguida, el repique de las campanas de la paz, y por último, tras la lectura de una declaración de concordia, cientos de palomas volarán por el mismo cielo que, hace 70 años, nubló la muerte. 

PD (nº2) artística: La artista y activista japonesa, Yoko Ono, expondrá una obra inédita, diseñada para conmemorar el 70º aniversario de lanzamiento de la bomba atómica sobre esta ciudad, que mide más de 3 metros de altura y que se titula "Hiroshima Air Clock" para "recordar ese momento en el que el mundo se quedó sin aliento". La creación de la viuda de John Lennon se exhibirá en el Centro de Convenciones Internacional del Parque de la Paz de Hiroshima.

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