El humor, uno de nuestros sentidos vitales, aun sin numerar, afloja los corsés mentales, regula el ritmo cardíaco, desdramatiza nuestra percepción del mundo, moviliza músculos atrofiados cuando se traduce en carcajadas, y nos traduce lo más ininteligible del absurdo cotidiano. El humor acumula méritos de sobra para que un Instituto Universitario se le dedique por entero con Francisco de Quevedo como mentor y Antonio Fraguas de Pablo aka Forges (en la ilustración), en la junta directiva, sin abandonar sus imprescindibles crónicas ilustradas de la realidad y otras tareas propias de un pintarrajeador justiciero, que es como a él le gusta definirse.

   El Instituto Quevedo del Humor nació el 20 de diciembre de 2011 por iniciativa de la Fundación General de la Universidad de Alcalá, con la tarea asignada de facilitar la comunicación, investigación, asesoramiento y cooperación en torno al mundo de las ocurrencias más agudas, en sus vertientes culturales, científicas, y académicas. En 2012, Forges (Madrid, 1942) fue nombrado director técnico, cargo que el célebre ilustrador dice ejercer “con rara habilidad, prontitud y aseo”: “El Instituto Quevedo del Humor está justificado porque no hay nada más tristón que un o una humorista sol@”.

   La agenda del Instituto se nutre de exposiciones, noticias, publicaciones, recomendaciones, premios (como el Quevedos-dos), la enseñanza del español para extranjeros, homenajes y fiestas. Tiene una tienda virtual. Y en su blog, hay noticias sobre jóvenes salerosos como Luis Piedrahita, tristes despedidas como a Rafael Freyre Flores en 2015, y extrañas familias amigas como los Simpson; se diserta sobre los efectos de la agudeza en la ciudadanía; y se abordan cuestiones delicadas como la discapacidad y la violencia de género. Una vez más queda demostrada la afinidad entre el chiste y el compromiso, y se discute sobre sus límites sobre todo en un día como hoy, Jueves 07 de enero de 2016, fecha aniversario de los atentados contra la revista satírica gala Charlie Hebdo: ¿ha de ser el decoro una frontera?

   Dicen las enciclopedias que el humor es la manera de presentar, enjuiciar o comentar la realidad, resaltando su lado cómico, agudo, risueño y hasta ridículo. Forges no cuestiona lo que figura en los libros, pero añade la propiedad de resaltar la perplejidad y la capacidad de puntualización que tiene una ocurrencia gráfica. No hay más que ver la viñeta socarrona y siempre solidaria, que publica cada día en el diario El País: “El humor es una forma de respirar la inteligencia, y se investiga en ese laboratorio personal llamado vida”, añade el dibujante. Sabemos que Forges fue de niño mal estudiante, pero buen lector, muy aficionado a Richmal Crompton, y el entrañable Guillermo, El Travieso, Brown. Quién que terminara el año 2015, como Doctor Honoris Causa de la Universidad de Alcalá, dibujó su primera chanza con solo 14 años. 

   A Forges se le considera ante todo un excelente comunicador. Preguntado por los efectos especiales del dibujo sobre la palabra, nos enreda con una respuesta críptica, en modo ni sí, ni no, sino todo lo contrario: “Hay quien dice que una imagen vale más que mil palabras, pero acaece que una palabra puede valer millones de imágenes”, precisa. Recientemente, y dentro de las actividades del Instituto Quevedo del Humor, intervino en una charla sobre Humor y ciudadanía. No es extraño verle recordar en cada chiste dramas que la prensa olvida, catástrofes sin resolver que en poco tiempo entierra la memoria. El terremoto de Haití, el drama de Los refugiados, o el famoso 0,7% de ayuda al desarrollo. “No sé hasta dónde puede influir el ingenio en las conciencias de la gente, pero espabilar, las espabila seguro”.

   Desde su mesa de trabajo, rotulador en mano, Forges sigue viendo a España como “un país de cuentachistes altivos”, más dados a reírnos del prójimo que de uno mismo. ¿Se autocensura Forges? ¿Cuál es su broma imposible? A juzgar por la respuesta, deducimos que ninguna: “Jamás bromeo sobre la inoperancia de la defensa del Athletic de Bilbao, ni lo ebúrneo de mis muslos”.

   Asegura que hay remedio contra el mal humor, “basta con quitar el candado al cajón mental propio de las sonrisas, algo que parece mucho más difícil de lo que es”, y está convencido de que el maestro Quevedo, ante las urnas, “no se qué votaría, pero a éstos, no. Y si quiere saber quiénes son éstos; le diré que no hay otros. Y todos sabemos quiénes son…”.

   “Todos los que parecen estúpidos lo son, y además también lo son la mitad de los que no lo parecen” (de Francisco de Quevedo).

                                                    (De Sol Alonso, el 07 de enero de 2016)

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