A cualquiera que la haya visto le vendrá de inmediato a la cabeza su particular protagonista, con su dejado atuendo, su ¿envidiable? actitud pachorra ante la vida, y algo relacionado con una alfombra… divertido, enrevesado y surrealista… pero, como dicen que ocurre con los grandes argumentos, no recordará exactamente el qué. “El Gran Lebowski” (1998) y su endiablada trama, fruto de la capacidad de los hermanos Coen de mostrar lo ridículo del ser humano con su sentido del humor y del absurdo, llegó después de éxitos como “Muerte entre las flores” (1990) y “Fargo” (1996), y aunque en su estreno cosechó más críticas que alabanzas, casi 2 décadas después se ha convertido en película de culto. Hoy, Jueves 16 de julio de 2015, tendremos la oportunidad de atar cabos en una reposición a lo grande, en la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles, convertida durante estos meses de calor en cine de verano.

   Jeffrey Lebowski, encarnado por Jeff Bridges, se ve envuelto en un lío cuando su tranquilo hogar es asaltado por unos tipos, que arrasan con todo y orinan en su querida alfombra, para reclamarle una deuda que en realidad no le corresponde a él, sino a un millonario paralítico con el que comparte nombre y poco más. Días después, el Lebowski cutre es reclamado por el adinerado para realizar la entrega del rescate, que los matones le piden a cambio de su mujer florero secuestrada. En este preciso momento, entran en juego los amigos de bolos del segundo, que complicarán todo al intentar quedarse con el botín. El actor John Goodman en el papel de Walter Sobchak, veterano de Vietnam, huraño e imprevisible; y a la sombra, Donny, interpretado por Steve Buscemi -que en esta cinta apenas abre la boca como guiño a su anterior trabajo en “Fargo”, donde no paraba de hablar-, completan el maravilloso trío.

   Para crear a su antihéroe por excelencia, jugador de bolos (que curiosamente no tira ni una sola vez en el film), residente en Los Ángeles, un vago en toda regla al que todos llaman el Nota, que se gana la vida “haciendo un poco de esto, un poco de aquello”, abandonado de espíritu y aspecto, enganchado a los canutos de marihuana que apura con unas pinzas, fan de los Creedence Clearwater Revival, pacifista y despistado, que consume -como si fuera agua- un cóctel de vodka y licor de café, conocido como el ruso blanco, Joel y Ethan Coen se inspiraron en un tipo curioso, que habían conodico cuando estaban buscando un distribuidor para su ópera prima “Sangre fácil” (1984). Jeff Dowd, que se convertiría en su productor, había tenido una vida de lo más movidita antes de liarse en la industria cinematográfica. Aquel tipo barbudo y enorme, que con el tiempo también produciría “Buscando a Susan desesperadamente” (1985) y “El proyecto de la bruja de Blair” (1999), después de ayudar a Robert Redford a montar su festival de cine independiente Sundance (donde precisamente fue estrenado “El Gran Lebowski”), había sido un antisistema muy activo en los 70, en un momento en el que las muertes por la guerra de Vietnam tenían revolucionada a la población y al presidente Nixon, cada vez más desprestigiado y nervioso, apurando cartuchos contra aquellos hippies protestones.

   El 17 de febrero de 1970, unas 2.000 personas salieron a la calle para hacerse oír, y el gobierno decidió tomar medidas disuasorias que acabaron con decenas de heridos y detenidos, entre ellos, 7 miembros del Frente de Liberación de Seattle al que pertenecía Dowd. Fueron los cabezas de turco, y aunque algunos de ellos, al parecer, ni siquiera estaban presentes en la manifestación, fueron acusados de incitación a la violencia, llevados a un juicio que fue declarado nulo, pero para que no pudieran escapar, acusados de nuevo, esta vez por desacato al tribunal, por lo que acabaron con sus huesitos en la cárcel. Después de ese desagradable episodio, a Dowd se le quitaron las ganas, y se decidió dedicarse al séptimo arte, aunque nunca abandonó sus maneras y costumbres. De hecho, cuentan que, para preparar el papel, Bridges pasó varios días pegadito a él, desayunando rusos blancos, probando las resacas de tequila, y fumando lo más grande hasta que el personaje estuviera (des)hecho.

   Hay otros nombres que suenan también como fuente de inspiración de los Coen para Lebowski. Entre ellos, Pete Exline, un amigo guionista, veterano de Vietnam, que les marcó con su maldita alfombra. Fue una tarde del 89, cuando los hermanos acudieron a cenar a casa de Exline, que justo acaba de redecorar su salón con una alfombra, abandonada a su suerte por sus vecinos recién mudados. Toda la noche, el veterano estuvo bromeando de lo bien que quedaba su nueva adquisición, y con la tontería, los Coen encontraron un elemento fundamental de su futuro guión. Fue Exline quien les habló también de su colega “Bid” Lew Abernathy, también veterano, reconvertido en investigador privado y guionista (del que copiaron literalmente la escena del coche robado y los deberes escolares), y gran amigo del director Jim Cameron, que se inspiró en él para uno de sus personajes de “Abyss” (1989), y que aparecería en el arranque de “Titanic” (1997), manejando el robot del sumergible. Abernathy y Exline obviamente aportaron también al personaje de Walter Sobchak, que completaron con toques del carácter y muchísimo del físico (son clavaditos) de otro guionista, John Milius, derechista exacerbado flipado con todo lo militar.

   Con la realidad siempre superando a la ficción, y la libreta bien amarrada en las variopintas citas de los hermanos Coen, la cinta consiguió recaudar, después de varios años, más de 46 millones de dólares, y batir algunos curiosos récords, como el de la película de la historia en la que más veces se repite la palabra “fuck” (292 veces, para ser exactos), superando a Al Pacino en “Scarface”, y sin nada de improvisación, ya que todos y cada uno de los tacos estaban redactaditos en el guión. Las malas lenguas, junto a una banda sonora, digamos, alucinógena, con momentos álgidos como la versión flamenca de los Gipsy Kings del clásico “Hotel California”, de The Eagles, y el inolvidable baile de John Turturro como Jesús Quintana, jugador de bolos marcapaquete (a base de bolsas de comida para pájaros) y redecilla en el pelo, hicieron posible el fenómeno.

   Y finalmente, como toda película de culto que se precie, sus más frikis seguidores siguen dando mucho que hablar, desde la iglesia del Dudeismo en honor a Lebowski, o lo que es lo mismo, el culto de los vagos y perezosos, liderada por Oliver Benjamin, un ex periodista afincado en Tailandia, que ha reclutado a más de 200.000 adeptos, hasta la chaqueta de punto de El Nota, que dicen salió del armario de Bridges -como casi todo lo que viste en la película-, que nunca lavó, y que alcanzó en una subasta del 2013 los 54.000 dólares, hasta la celebración anual del Lebowski Fest, inaugurado en 2002, en Lousiville (Kentucky), y que cada año recuerda al Nota y sus costumbres, en diferentes ciudades de Estados Unidos y Europa, con cientos de seguidores ataviados con sus barbas, pelos largos, gafas de sol, sandalias cangrejeras, bermudas de cuadros y chaqueta de lana peruana, para beber rusos blancos y dejar la vida pasar… “Calmer Than You Are”!

PD: Si quieres formar parte del Dudeismo, conéctate en inglés a la web del DUDEiSM (también en Facebook); y para saberlo todo del LEBOWSKI FEST, conéctate a su web, su Facebook y su Twitter.

                                                  (De Lidia Martín, el 16 de julio de 2015)

Referencias útiles:
“THE BiG LEBOWSKi” EN MADRiD

¿CUÁNDO? El Jueves 16 de julio de 2015, a las 22h.

¿QUÉ? Proyección de “El Gran Lebowski” (1998), de los hermanos Coen, en VOS, dentro de los Veranos de la Villa.

¿DÓNDE? En la Galería de Cristal del Palacio de Cibeles
Calle Montalbán, 1
28014 Madrid
915 217 170
M Banco de España

¿CUÁNTO? Entradas desde 5 euros aquí.

Más info en la web de SUNSET CiNEMA (también en Facebook y Twitter).

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