Que levante la mano -si puede ser al ritmo- el que no se haya desatado alguna vez bajo el influjo de la música Disco. Este género que, con el debido respeto al resto de estilos, batió récords moviendo esqueletos, nació en los primeros años de la década prodigiosa de los 70, como digno heredero del soul y del funk de finales de los 60, con toques del rhythm & blus de los 40, y raíces en compases latinos como el merengue o la samba, pero también en el mambo, el tango y el fox trop. Su pegadiza repetición, con el compás de 4 por 4 como principal reclamo, lo convirtió en el rey de las pistas y dio a las discotecas el brillo que merecían, llenando las noches de color, purpurina y coreografías, repletas de pantalones campana y mucha chulería. Petit homenaje a un movimiento y una estética, que quedaron perfectamente reflejados en la película “Fiebre del sábado noche” (1977), que podremos volver a disfrutar, hoy, Martes 09 de diciembre de 2014, en la gran pantalla de los Cines Ideal.

   Dicen que el primer tema Disco de todos los tiempos fue “Only the strong survive”, de Jerry Butler, en 1969; un disputado honor difícil de adjudicar en un momento en el que ni siquiera había nombre para esta nueva y aún incipiente manifestación sonora. Poco después, el cantante estadounidense Barry White (1944-2003) también apostó por dar protagonismo al ritmo por encima de la melodía, provocando con sus nuevas maneras musicales, que las piernas de sus seguidores temblaran sin control. Una sensación aún inclasificable, hasta que un buen día de 1973, el periodista Vince Aletti decidiera usar la palabra “Disco” en un artículo publicado en la revista Rolling Stone. Sin saberlo, acababa de bautizar un fenómeno que haría historia.

   Lo del bailar es algo tan primitivo como el comer. Desde siempre, las gentes se han juntado para mover la tibia y el peroné, primero, en las plazas de los pueblos y, luego, en los salones de baile, donde las orquestas en vivo hacían las delicias de los más inquietos. Con el apogeo del disco vinilo, los grupos musicales fueron sustituidos por grabaciones, y, en los años 50,  nació la figura del Dj, que pinchaba, intercambiaba y prolongaba los temazos hasta el infinito. Hoy, muchos locales reclaman ser la primera discoteca de la historia, aunque en realidad todos se inspiraron en un club abierto en París en 1941, durante la Segunda Guerra Mundial, llamado La discothèque, donde el propio público elegía y ponía las canciones de música grabada. En Estados Unidos, muchos señalan al Whisky a Go Go, un local inaugurado en Chicago en 1958, como la primera discoteca americana (que en 1964 expandió su onda musical a Los Ángeles con una sucursal en pleno Sunset Boulevard hollywoodiense); y  al club Peppermint Lounge de Nueva York, también inaugurado en 1958 y frecuentado por la Jet Set y los más guapos.

   Entonces, cuando a finales de los 60 ya nada ni nadie podía pararle los pies (por decirlo de alguna manera) a la Revolución sexual que estaba viviendo la Tierra del Tío Sam, las canciones con mensajes explícitos y sus intérpretes embutidos en trajes ajustados -que marcaban sus cuerpos tanto como sus intenciones- inspiraron a los jóvenes coreografías que incluyeran contacto físico con sus parejas y que adoptarían el nombre de Hustle, como digno heredero del sensual movimiento de los inmigrantes cubanos, que a su llegada a Florida, sumaron a su balanceo el sonido típico de las discotecas. Una mezcla explosiva que al ritmo de grupos como ABBA, Village People, Boney M o según los expertos, 2 de los temas Disco más importantes de todos los tiempos, “Never can say goodbye”, de Gloria Gaynor (una versión acelerada del tema de los Jackson 5), y “Love to love you, baby”, de Donna Summer, con gemidos incluidos, llenaron las pistas de sudor, benditas dislocaciones y sexo.

   De hecho, la primera imagen que nos viene a la cabeza cuando hablamos de música Disco, es sin duda un acampanado John Travolta dándolo todo en la película “Saturday Night Fever”, con los hermanitos Bee Gees agudizando falsetes como el paradigma del nuevo estilo sonoro. A ellos se deben, por supuesto, los éxitos “Night Fever” o “Stayin’ Alive”, de una banda sonora que se convirtió en la más vendida de la historia de la música y la única, hasta el momento, con 5 canciones en el Top 10 de las listas de Billboard.

   La emblemática cinta, que se estrenó el 29 de agosto de 1977, no hizo más que reflejar una realidad que había llegado a las portadas de los principales medios de comunicación, ya que sus guionistas encontraron la inspiración en un artículo, titulado “Tribal rites of the new saturday night” (“Ritos tribales del nuevo sábado noche”), publicado el 7 de junio de 1976 en la revista New York. Nada más leer el reportaje del periodista Nik Cohn, en el que contaba la historia de Vincent y sus amigos, un grupo de jóvenes adolescentes de clase media trabajadora cuyo único objetivo al finalizar la semana era maquearse y volar a la discoteca local para transformarse en los reyes del baile, divertirse y olvidar, Robert Stigwood -un genio del entretenimiento y productor discográfico australiano- le compró los derechos dejando estupefactos al periodista y a la industria cinematográfica por lo inusual de la operación. Y así nació Tony Manero (papel interpretado por John Travolta en “Fiebre del sábado noche”), un italo-estadounidense que al igual que el Vincent de la revista, superaba su insulso día a día como dependiente en una tienda de pinturas, con la emoción de los sábados por la noche en la discoteca Odisea 2001. 

   Aquella película, gracias sin duda al movimiento de cadera de John Travolta, catapultó la música Disco al estrellato mundial. De repente, todos querían formar parte del fenómeno Disco y artistas alejados del estilo también se rindieron a sus encantos (¿o fue a su eficacia económica?): desde Rod Stewart con “Do you think I’m sexy?” (1978), a los mismísimos Rolling Stones con “Miss You” (1978), pasando por Kiss con “I was made for lovin’ you” (1979). El enganche Disco era tal que en el verano de 1978 los neoyorkinos celebraron la Semana Nacional del Disco y los londinenses hicieron lo propio con el Campeonato Mundial de Baile de discoteca.

   Las salas eran los nuevos templos del baile, a las que los jóvenes acudían en tropel a mover el esqueleto, pero hubo una que destacó sobre el resto: Studio 54. El santuario de la música disco y aún más, de la libertad sexual, abrió su pista el 26 de abril de 1977. El mítico club de la calle 54 oeste de Manhattan, se estrenó en con una fiesta llena de rostros conocidos como los de Mick Jagger, Brooke Shields, Woody Allen, Sinatra, Donna Summer y John Travolta (que meses más tarde recrearía alguna de sus noches de juerga en la gran pantalla),  pero también Salvador Dalí, Andy Warhol, Liza Minelli o Donald Trump. Con esta esencia, estuvo abierto hasta 1986, momento en el que cambió de dueños y con ellos, de clientes y fama, hasta que en 1980, se despidió con una fiesta en la que según cuentan, el último en salir apurando copa fue Sylvester Stallone.

   Pero, como todo en esta vida, el exceso fue el final, y el ansia de las discográficas por arrasar entre el público aprovechando un tirón que ya duraba casi una década, hizo que el mercado acabara hasta el tímpano de la música Disco. Tanto, que el 12 de julio de 1979, un nutrido grupo de Dj’s de rock organizó en Chicago la Disco Demolition Night (Noche de destrucción de la música Disco) con quema de álbumes incluida, que sin duda dejó bien clarito el sentir musical del público y la necesidad de un cambio radical. A partir de ese día, la palabra “discoteca” cambió de significado: el Dance y el Techno -en las pistas- y el Punk y la New Wave -en las ondas- dieron la bienvenida a los 80 dejando atrás una estela de brillos, bolas de espejo y largos cuellos picudos, que aún darían sus últimos coletazos con éxitos como “Thriller” de Michael Jackson o “Flashdance… What a Feeling” de Irene Cara y que con el tiempo, y sobre todo en los 90 volverían a dar la nota.

  Gracias al boom de la música Disco, las salas de baile brillaron más que nunca, y sus luces y la música a todo volumen transportaron a sus clientes a paraísos repletos de ritmos, latidos y movimientos lascivos porque “That’s the way I like it”…

PD (nº1) anecdótica: Tal fue la influencia del Disco que incluso los estudios Disney siguieron la moda y, en 1979, publicaron el álbum “Mickey Mouse Disco” con temazos como “Macho Duck” o “Disco Mickey Mouse”.

PD (nº2) patria: También hubo Disco con acento español, y nunca mejor dicho. Desde el peculiar inglés del dúo femenino Baccara, formado en 1978, con sus éxitos como “Yes Sir, I can boogie” o “Sorry I’m a Lady”; a la banda Barrabás, creada por Fernando Arbex en el 71 tras la disolución de Los Brincos y que curiosamente tuvo más acogida fuera que dentro de nuestras fronteras. Junto a ellos, grandes estribillos desgastaron los tacones y las gargantas de unas jovencitas fans que se pirraban por el pelazo de Pedro Marín en sus interpretaciones del tema “Aire”, los movimientos de Iván al cantar “Fotonovela”, y las coreografías de un jovencísimo Miguel Bosé que las volvía loca con “Super-Superman”. 

                       (De Lidia Martín, el Martes 09 de diciembre de 2014)

Referencias útiles:
“FiEBRE DEL SÁBADO NOCHE”

¿CUÁNDO? El Martes 09 de diciembre, a las 20h30.

¿QUÉ? Proyección de “Fiebre del sábado noche” de John Badham dentro del ciclo ¡Quema la pista! del Yelmo Cine Club.

¿DÓNDE? En los Cines Ideal
Calle Doctor Cortezo, 6
28012 Madrid
902 220 922
M Tirso de Molina / Sol

¿CUÁNTO? 4,50 euros.

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