(Mi PETiT) HOMENAJE A...
TiNO CASAL (EL ARTE POR EXCESO)
(Mi PETiT) HOMENAJE A...
TiNO CASAL (EL ARTE POR EXCESO)
Icono del Tecno pop, del hasta entonces desconocido Glam rock y de los nuevos románticos, Tino Casal (1950-1991) fue un inconformista que, atento a lo que se cocía en su adorado Londres, apostó por traer un brillo, exceso y sonido a España, donde, aún en plena Transición, no llegó a ser entendido. Los que le conocieron dicen que no había en él un ápice de frivolidad o rareza. Su aspecto escondía en realidad a un genio barroco, innovador, rompedor, carismático y underground, que no dejaba escapar nada. Creaba toda la escenografía, el vestuario e incluso las joyas y complementos que lucía. Una parafernalia de hombreras, lentejuelas, sintetizadores y laca, que hacían que el público le adorada u odiara sin medias tintas.
En 10 años, el compositor, diseñador y pintor tan vanguardista, pop y experimental como su música, sacó 5 discos -todos producidos por su gran amigo el periodista musical Julián Ruíz-, y hoy, gracias a sus temas, muchos le consideran precursor de la Movida madrileña. Ahora, cuando se cumplen 25 años de su muerte, el tiempo le dio la razón, y el Museo del Traje le rinde homenaje con la exposición: “Tino Casal. El arte por exceso”, que reúne 200 piezas del artista entre vestuario, portadas de discos, fotografías y obras realizadas por el propio Tino Casal y que son solo una pequeña parte del legado del Sandokán español, el viejo tigre bengalí.
José Celestino Casal nació el 11 de febrero de 1950 en Tudela Veguín, un pequeño concello cerca de Oviedo. Sin embargo, lejos de acabar -como parecía destinado- en la minería o la industria, su inquietud le llevó a estudiar Bellas Artes y a soñar con la música que llegaba, en especial, de la capital británica. Con 13 años y mirando siempre de reojo a Londres, montó con sus amigos el grupo Los Zafiros Negros, lo que le permitió 4 años después entrar como sustituto del cantante en la formación Los Archiduques, la banda de rock asturiano más importante de los años 60, en la que, nada más aterrizar, eliminó el artículo del nombre, y a las gaitas y tambores, sumó un sonido vocal muy al estilo Bee Gees.
De concierto en concierto, aquellos pequeños pueblos asturianos flipaban con aquel joven atrevido y de look y pensamientos impactantes, que después de grabar 3 singles abandonó la banda y se fue, por fin, a Londres. En la city donde todo pasaba, se dedicó a pintar, esculpir y empaparse de toda la cultura que respiraban sus calles, en especial el movimiento Glam Rock de David Bowie, Marc Bolan, Gary Glitter y Billy Idol.
Una década después, Tino (retratado aquí) regresó a España con la maleta cargada de ideas y estilismos diferentes, y fichó con la discográfica Philips con la que editó dos sencillos y recorrió todos los festivales de la geografía española hasta que, en 1978, participó, muy a su pesar, en el Festival de Benidorm donde quedó segundo. Con el tiempo Casal siempre repudió aquel momento, pues lo que él quería hacer nada tenía que ver con los deseos de una discográfica que quería convertirle en el nuevo Nino Bravo. Casal se retiró de la música y, refugiado en la pintura, mantuvo algún contacto produciendo entre otros a Obús, el primer gran grupo español de heavy metal, hasta que un afortunado día conoció a Julián Ruíz, un periodista musical que colaboraba en Radio Madrid, el mismo que, con el tiempo, descubriría a Alaska y los Pegamoides, Cómplices o la Orquesta Mondragón, y que se convirtió en su amigo y mejor apoyo.
Al amparo de Julián Ruíz, Tino fichó en 1981 con EMi para publicar, ahora sí con la libertad que exigía, su primer disco, “Neocasal” (1981), un álbum neoromántico que incluía el inolvidable “Champú de huevo”, su primer nº1, y del que dicen hablaba del también cantante Fabio McNamara, uno de sus grandes amigos, junto a Las Costus, el dúo de pintores compuesto por Enrique Naya y Juan José Carrero. Cuenta la leyenda- aunque los más allegados lo nieguen- que, a través de Fabio McNamara, Casal conoció al entonces desconocido Almodóvar, al que ayudó con su dinero para sacar adelante sus primeras películas. E incluso se cuenta, se comenta, se rumorea, que en “Laberinto de pasiones” (1982) la inolvidable chupa de cuero roja que luce Imanol Arias salió del propio armario de Tino Casal.
Sea como fuere, aquel “Champú de huevo” fue su pistoletazo de salida, y todos pusieron el ojo en aquel chico que rara vez repetía traje en una actuación y que se rifaban los programas de televisión por saber que tenían el espectáculo y el discurso garantizados. Por ejemplo, en una de aquellas actuaciones en plató, Casal versionó “Life on mars” de Bowie, al que ya había homenajeado con su tema “Billy Boy”, y cuentan que con el tiempo Julián Ruíz pudo ponerle esta versión al mismísimo Ziggy, que quedó impresionado con la voz de un españolito al que sin embargo no lograba entender en inglés. Dicen que este fue uno de los motivos por los que Casal no llegó más lejos, pues cuando dos años después sacó “Etiqueta negra” (1983), la sede británica de la discográfica estaba convencida de que el single “Embrujada” iba a ser un nº1 mundial, pero le falló el idioma.
En España, en cambio, arrasó y lo hizo acompañado por un videoclip, que llegó a ser tan famoso como el tema, reflejo del Madrid de los 80, loco, lisérgico, oscuro, extravagante y maravilloso, con Paola Bosé (hermana de Miguel Bosé) como protagonista. La radio y el boca a boca lo hicieron todo y aquel chico diferente, inspirado cada vez más en la estética de una de sus películas favoritas, “Blade Runner” (1982), siguió con su tercer disco “Hielo rojo” (1984) y la pegadiza “Pánico en el edén”, que se coló en las cabezas de todos los seguidores de la Vuelta Ciclista a España a la que puso banda sonora, alcanzando también los primeros puestos de las listas de ventas de Francia.
Pero, cuando todo parecía ir en aumento, llegó un problema de salud, un esguince mal curado y un exceso de automedicación, que apartaron a Tino Casal durante casi 3 años de los escenarios, llegando casi a la necrosis por la pérdida total de calcio de la cabeza de su fémur. Su dejadez le llevó casi hasta la muerte e internado en el hospital. Y mientras las malas lenguas hablaban de ViH, Casal, desesperado, pensaba en cómo salir airoso de aquel desastre hasta que, junto a Julián Ruíz, planeó versionar un clásico de Barry Ryan, titulado “Eloise”, su salvación y mayor éxito.
Resucitado, Tino Casal viajó en cuanto pudo a su querido Londres para grabar en el estudio de Abbey Road -donde lo hicieron los Beatles-, una versión de la que incluso algunos críticos ingleses dijeron mejoraba el original. “Eloise” fue el reclamo del álbum “Lágrimas de cocodrilo” (1987), que se convirtió en el segundo disco más vendido en España en 1988, arrasó en Holanda y Bélgica, y muchos años después, en 2011, se situó entre los 100 temas más descargados de iTunes.
En 1989, salió el que sería su último disco en vida, “Histeria”, un trabajo casi íntegro de versiones que compaginó más que nunca con la pintura y la escultura, mientras soñaba con estrenar el musical “El fantasma de la ópera, junto a Miguel Ríos, y grabar su nuevo trabajo en Japón. Pero un accidente de coche truncó sus deseos. El 22 de septiembre de 1991, Tino Casal murió con 41 años en un choque brutal a las afueras de Madrid. Amanecía cuando regresaba de una larga noche de fiesta junto al pintor Antonio Villa-Toro, Casal no llevaba cinturón y una costilla le atravesó el músculo cardiaco, rompiéndole a él y a medio Madrid con la noticia de su muerte, el corazón.
(De Lidia Martín, el 26 de enero de 2017)
Referencias útiles:
HOMENAJE A TiNO CASAL
¿CUÁNDO? El Jueves 26 de enero de 2017, a las 18h.
¿QUÉ? Encuentro homenaje a Tino Casal para descubrir el proceso creativo del gran diseñador, a cargo de Antonio Alvarado (diseñador de moda), Manolo Cáceres (artista plástico, exmodelo), Álvaro Villarrubia (fotógrafo), Manuel de Gotor (diseñador de moda) y Juan Gutiérrez (comisario de la exposición "Tino Casa: el Arte por exceso", que se podrá visita hasta el 19 de febrero de 2017).
¿DÓNDE? En el Museo del Traje (ver la ilustración)
Avenida de Juan de Herrera, 2
28040 Madrid
915 504 700
M Moncloa / Ciudad Universitaria
Bus 46, 82, 83, 132, 133, G
¿CUÁNTO? Entrada libre.
Para saberlo todo de la muestra, conéctate a la web del MUSEO DEL TRAJE (también en Facebook y Twitter); y para seguir los pasos póstumos de TiNO CASAL, conéctate a su web y al Facebook de su Club de Fans.
[Volver a Mi Petit Discoteca, Armario, Pinacoteca, Callejero o Blogosfera]
Icono del Tecno pop, del hasta entonces desconocido Glam rock y de los nuevos románticos, Tino Casal (1950-1991) fue un inconformista que, atento a lo que se cocía en su adorado Londres, apostó por traer un brillo, exceso y sonido a España, donde, aún en plena Transición, no llegó a ser entendido. Los que le conocieron dicen que no había en él un ápice de frivolidad o rareza. Su aspecto escondía en realidad a un genio barroco, innovador, rompedor, carismático y underground, que no dejaba escapar nada. Creaba toda la escenografía, el vestuario e incluso las joyas y complementos que lucía. Una parafernalia de hombreras, lentejuelas, sintetizadores y laca, que hacían que el público le adorada u odiara sin medias tintas.
En 10 años, el compositor, diseñador y pintor tan vanguardista, pop y experimental como su música, sacó 5 discos -todos producidos por su gran amigo el periodista musical Julián Ruíz-, y hoy, gracias a sus temas, muchos le consideran precursor de la Movida madrileña. Ahora, cuando se cumplen 25 años de su muerte, el tiempo le dio la razón, y el Museo del Traje le rinde homenaje con la exposición: “Tino Casal. El arte por exceso”, que reúne 200 piezas del artista entre vestuario, portadas de discos, fotografías y obras realizadas por el propio Tino Casal y que son solo una pequeña parte del legado del Sandokán español, el viejo tigre bengalí.
José Celestino Casal nació el 11 de febrero de 1950 en Tudela Veguín, un pequeño concello cerca de Oviedo. Sin embargo, lejos de acabar -como parecía destinado- en la minería o la industria, su inquietud le llevó a estudiar Bellas Artes y a soñar con la música que llegaba, en especial, de la capital británica. Con 13 años y mirando siempre de reojo a Londres, montó con sus amigos el grupo Los Zafiros Negros, lo que le permitió 4 años después entrar como sustituto del cantante en la formación Los Archiduques, la banda de rock asturiano más importante de los años 60, en la que, nada más aterrizar, eliminó el artículo del nombre, y a las gaitas y tambores, sumó un sonido vocal muy al estilo Bee Gees.
De concierto en concierto, aquellos pequeños pueblos asturianos flipaban con aquel joven atrevido y de look y pensamientos impactantes, que después de grabar 3 singles abandonó la banda y se fue, por fin, a Londres. En la city donde todo pasaba, se dedicó a pintar, esculpir y empaparse de toda la cultura que respiraban sus calles, en especial el movimiento Glam Rock de David Bowie, Marc Bolan, Gary Glitter y Billy Idol.
Una década después, Tino (retratado aquí) regresó a España con la maleta cargada de ideas y estilismos diferentes, y fichó con la discográfica Philips con la que editó dos sencillos y recorrió todos los festivales de la geografía española hasta que, en 1978, participó, muy a su pesar, en el Festival de Benidorm donde quedó segundo. Con el tiempo Casal siempre repudió aquel momento, pues lo que él quería hacer nada tenía que ver con los deseos de una discográfica que quería convertirle en el nuevo Nino Bravo. Casal se retiró de la música y, refugiado en la pintura, mantuvo algún contacto produciendo entre otros a Obús, el primer gran grupo español de heavy metal, hasta que un afortunado día conoció a Julián Ruíz, un periodista musical que colaboraba en Radio Madrid, el mismo que, con el tiempo, descubriría a Alaska y los Pegamoides, Cómplices o la Orquesta Mondragón, y que se convirtió en su amigo y mejor apoyo.
Al amparo de Julián Ruíz, Tino fichó en 1981 con EMi para publicar, ahora sí con la libertad que exigía, su primer disco, “Neocasal” (1981), un álbum neoromántico que incluía el inolvidable “Champú de huevo”, su primer nº1, y del que dicen hablaba del también cantante Fabio McNamara, uno de sus grandes amigos, junto a Las Costus, el dúo de pintores compuesto por Enrique Naya y Juan José Carrero. Cuenta la leyenda- aunque los más allegados lo nieguen- que, a través de Fabio McNamara, Casal conoció al entonces desconocido Almodóvar, al que ayudó con su dinero para sacar adelante sus primeras películas. E incluso se cuenta, se comenta, se rumorea, que en “Laberinto de pasiones” (1982) la inolvidable chupa de cuero roja que luce Imanol Arias salió del propio armario de Tino Casal.
Sea como fuere, aquel “Champú de huevo” fue su pistoletazo de salida, y todos pusieron el ojo en aquel chico que rara vez repetía traje en una actuación y que se rifaban los programas de televisión por saber que tenían el espectáculo y el discurso garantizados. Por ejemplo, en una de aquellas actuaciones en plató, Casal versionó “Life on mars” de Bowie, al que ya había homenajeado con su tema “Billy Boy”, y cuentan que con el tiempo Julián Ruíz pudo ponerle esta versión al mismísimo Ziggy, que quedó impresionado con la voz de un españolito al que sin embargo no lograba entender en inglés. Dicen que este fue uno de los motivos por los que Casal no llegó más lejos, pues cuando dos años después sacó “Etiqueta negra” (1983), la sede británica de la discográfica estaba convencida de que el single “Embrujada” iba a ser un nº1 mundial, pero le falló el idioma.
En España, en cambio, arrasó y lo hizo acompañado por un videoclip, que llegó a ser tan famoso como el tema, reflejo del Madrid de los 80, loco, lisérgico, oscuro, extravagante y maravilloso, con Paola Bosé (hermana de Miguel Bosé) como protagonista. La radio y el boca a boca lo hicieron todo y aquel chico diferente, inspirado cada vez más en la estética de una de sus películas favoritas, “Blade Runner” (1982), siguió con su tercer disco “Hielo rojo” (1984) y la pegadiza “Pánico en el edén”, que se coló en las cabezas de todos los seguidores de la Vuelta Ciclista a España a la que puso banda sonora, alcanzando también los primeros puestos de las listas de ventas de Francia.
Pero, cuando todo parecía ir en aumento, llegó un problema de salud, un esguince mal curado y un exceso de automedicación, que apartaron a Tino Casal durante casi 3 años de los escenarios, llegando casi a la necrosis por la pérdida total de calcio de la cabeza de su fémur. Su dejadez le llevó casi hasta la muerte e internado en el hospital. Y mientras las malas lenguas hablaban de ViH, Casal, desesperado, pensaba en cómo salir airoso de aquel desastre hasta que, junto a Julián Ruíz, planeó versionar un clásico de Barry Ryan, titulado “Eloise”, su salvación y mayor éxito.
Resucitado, Tino Casal viajó en cuanto pudo a su querido Londres para grabar en el estudio de Abbey Road -donde lo hicieron los Beatles-, una versión de la que incluso algunos críticos ingleses dijeron mejoraba el original. “Eloise” fue el reclamo del álbum “Lágrimas de cocodrilo” (1987), que se convirtió en el segundo disco más vendido en España en 1988, arrasó en Holanda y Bélgica, y muchos años después, en 2011, se situó entre los 100 temas más descargados de iTunes.
En 1989, salió el que sería su último disco en vida, “Histeria”, un trabajo casi íntegro de versiones que compaginó más que nunca con la pintura y la escultura, mientras soñaba con estrenar el musical “El fantasma de la ópera, junto a Miguel Ríos, y grabar su nuevo trabajo en Japón. Pero un accidente de coche truncó sus deseos. El 22 de septiembre de 1991, Tino Casal murió con 41 años en un choque brutal a las afueras de Madrid. Amanecía cuando regresaba de una larga noche de fiesta junto al pintor Antonio Villa-Toro, Casal no llevaba cinturón y una costilla le atravesó el músculo cardiaco, rompiéndole a él y a medio Madrid con la noticia de su muerte, el corazón.
(De Lidia Martín, el 26 de enero de 2017)
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¿CUÁNDO? El Jueves 26 de enero de 2017, a las 18h.
¿QUÉ? Encuentro homenaje a Tino Casal para descubrir el proceso creativo del gran diseñador, a cargo de Antonio Alvarado (diseñador de moda), Manolo Cáceres (artista plástico, exmodelo), Álvaro Villarrubia (fotógrafo), Manuel de Gotor (diseñador de moda) y Juan Gutiérrez (comisario de la exposición "Tino Casa: el Arte por exceso", que se podrá visita hasta el 19 de febrero de 2017).
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